Hace tiempo que la animación no es solo cosa de niños. Series como “Los Simpson” (en sus buenos tiempos) o “South Park” son buena muestra de ello, a pesar de que muchos sean tan cabezotas que no son capaces de verlo así. Pero la animación para críos, o, mejor dicho, para todos los públicos, aún sigue existiendo, y no es precisamente desdeñable. Ahí tenemos series como “El laboratorio de Dexter”, “Las Supernenas”, “Foster: la casa de los amigos imaginarios”, “Phineas y Ferb”, “Hora de Aventuras”…
Claro que alguno saltará diciendo cosas como “Hora de Aventuras no es una serie infantil”. Como ya digo, está el término “para todos los públicos”, y la serie de Pendleton Ward es de esas. Y como todas esas series, tienen elementos más adultos, guiños y dobles sentidos para que los padres puedan ver estas series con sus hijos sin sentirse mal. E incluso acabar disfrutándolas ellos también. Porque no es nada malo decir que disfrutas viendo “Phineas y Ferb” mientras luego te metes unos cuantos capítulos de “South Park” entre pecho y espalda. Aunque sí es cierto que series como HdA tienen más elementos adultos por minuto que otras series, no creáis que son tantos.
Ahora bien, ¿qué pasa cuando hay una serie tiene un público muy marcado, muy definido, y descubre que atrae al público diametralmente opuesto? Pues que, aunque está bien que un adulto disfrute de la buena animación, queda… extraño. Al menos en este caso. O eso dicen algunos.
El título del post debería daros todas las pistas necesarias, pero sí, hablo de “Mi pequeño poni: la magia de la amistad”… o “My Little Pony: Friendship is Magic”, porque parece que decir el título en inglés hace esta serie menos infantil. Una advertencia: no lo logra.
Un poco de historia antes de seguir. “Mi pequeño poni” es una de tantas franquicias de la juguetera Hasbro, orientada a niñas cuya única alternativa a un poni de verdad es tener estos muñecos de colorines. Y en los años 80, igual que pasó con muchos juguetes como He-Man (de Mattel), G.I. Joe o Transformers (estas dos también de Hasbro), estos ponis tuvieron su serie de televisión. Y durante años, aunque no de forma continuada, han tenido más series, películas y colecciones de figuritas.
Pero cuando juntamos a una creadora de la talla de Lauren Faust, una serie que trata de orientarse un poco más a todos los públicos que solo a niñas de menos de 10 años (que sigue siendo su público objetivo en el fondo), y las malas artes de 4chan, conseguimos que una serie que en otras condiciones habría pasado desapercibida se convierta en todo un fenómeno. Pero de ese fenómeno ya hablaré más tarde, en otro artículo.
Ahora bien, ¿es “My Little Pony: Friendship is Magic” (o MLP, por abreviar) tan buena, tan merecedora de toda esa fama? Vamos a verlo…
La serie parte de una premisa muy sencilla: enseñar a los espectadores lecciones sobre la amistad y la buena conducta a la vez que vemos ponis de colores para que Hasbro tenga más muñecos que vender. Pero como digo, Lauren Faust (esposa de Craig McCracken, con quien ha trabajado además en series como “Las Supernenas” y “Foster”) estuvo detrás de esta nueva versión, al menos durante la primera temporada y buena parte de la segunda, convirtiéndola en un producto más decente que anteriores generaciones de ponis si uno lo mira bien. Pero no nos engañemos: siguen siendo los ponis de Hasbro.
¿Qué puede atraer a la gente entonces a esta serie? ¿Qué tal sus personajes? Son muy fáciles de describir, si uno piensa en ello:
Twilight Sparkle es una unicornio color lavanda, estudiante de magia, empollona y asocial. Es enviada al pueblo de Ponyville a aprender sobre la amistad, a que se abra al mundo, aprenda a comportarse como una pers… yegua, y envíe cartas sobre sus progresos a su maestra, la princesa Celestia (es la soberana, pero recordad que las princesas significan belleza y juventud… ciertas cosas, por desgracia, no cambian). Va acompañada de un dragón bebé llamado Spike, que es quien escribe y envía las cartas que Twilight le redacta, además de ser el ayudante de la unicornio en la bilbioteca del pueblo. Empollona y al cargo de una biblioteca…
Applejack, una yegua de acento tejano y sombrero ídem (aunque no salga en esta imagen) que trabaja en la granja de su familia, los Apple. Creo que queda bien claro cuál es su negocio: las manzanas. De los personajes principales, representa la honestidad y para ser una protagonista no tiene apenas… protagonismo.
Rainbow Dash es una pegaso azulada de crines arcoiris, una velocista y un tanto egocéntrica. Me atrevería a decir que su ego es capaz de volar tan algo como ella misma, o más incluso. Su elemento es la lealtad, y es que viene a demostrar que aunque se lo tenga demasiado creído, no va a abandonar a sus amigos.
Rarity, una unicornio blanca que puede definirse como la insufrible amiga pija que todos los círculos de amigos tienen. Un personaje de carácter insoportable, una modista que se ve a sí misma como una diva… Menos mal que el representar la generosidad hace que a veces se baje de las nubes.
Fluttershy, una pegaso amarilla muy tímida con un talento especial para los animales, de ahí que represente la compasión, y también es uno de los personajes más adorables que te puedes encontrar. A pesar de su carácter, es de los personajes que más evolucionan a lo largo de la serie, ganando más confianza en sí misma y gracias a sus amigos. No está mal como ejemplo para los niños tímidos de que puedes abrirte a los demás.
Pinkie Pie es una poni rosada amante de las fiestas. Representa la risa, la juerga, la diversión, y trata de alegrar la vida de todos como buenamente pueda. Es como si un Looney Tune se hubiera pasado ampliamente con su dosis diaria de azúcar, es como si Wade “Masacre” Wilson hubiera nacido en el país de la gominola… Vamos, está como una maldita cabra.
Hasta aquí, excepto tal vez Pinkie, nada fuera de lo común en los repartos de protagonistas. Una empollona, una normalita, una deportista, una pija, una tímida… y Pinkie. Excepto Fluttershy y, en menor medida, Twilight, ninguno de estos personajes evoluciona mucho a lo largo de la serie. Ni tampoco se puede observar una gran evolución en el plantel de secundarios.
También la serie cuenta con algunos villanos, aunque algunos no se podrían considerar como tales. Personajes como Trixie, la maga engreída y farsante, o Hilda, la grifo con una alarmante falta de empatía, no pasan de unos matones. Luego nos encontramos con villanos demasiado estereotipados, como son Nightmare Moon (la versión malvada de Luna, la hermana de Celestia) o el Rey Sombra; y finalmente están Discord, el señor del caos, y Chrysalis, la reina de los metamorfos, más interesantes aunque sin ser la mar de originales… aunque Discord merece una mención especial por ser, más que un villano, un ser todopoderoso con unos valores morales muy distintos a los habituales, caótico neutral como dirían en Dungeons & Dragons, y que recuerda mucho a Q, de Star Trek (para rizar el rizo, John De Lancie pone voz a Discord).
Entonces, con un reparto que no innova mucho que digamos, ¿qué nos quedan? ¿Los capítulos? Estos tampoco es que sean la mar de originales. Todos presentan de alguna forma un conflicto, unas veces más grave que otros, de los que las protagonistas deben salir airosas y aprender una lección sobre la amistad, sobre cómo tratar a los demás, sobre cómo ser mejores pers… equinos…
A fin de cuentas, estos capítulos son moralejas que nos cuelan para que los niños aprendan unas cuantas cosas. Lo curioso es que, además, esta serie intenta entretenerles.
¿Lo consigue? Hay episodios que no están mal, sirven para pasar un rato entretenido sin demasiadas complicaciones; otros (sobre todo los centrados en Rarity) se hacen insoportables. Lo normal, vamos, que no es que sea algo excepcional. Aunque por lo general, hay que decirlo, están bien estructurados y con un ritmo correcto para presentación, conflicto y desenlace.
Pero me gustaría mencionar uno en especial que hasta me hizo dudar si realmente estaba viendo una serie para niñas pequeñas…
“Lesson Zero” (“Lección Cero”) nos muestra a una Twilight tan obsesionada con enviar informes sobre amistad a Celestia que acaba volviéndose loca cuando ve que en una semana concreta no ha aprendido nada… básicamente, porque ha sido una semana tranquila. ¿Qué le ocurre? Que su ordenada mente se desquicia, y el personaje pasa de ser una unicornio trabajadora a una maniática que busca causar problemas solo por poder cumplir con su cometido. ¿Qué clase de personaje desquiciado puede considerarse para todos los públicos? Resulta en no pocos momentos un tanto perturbador ver a una adorable poni convertida en una psicópata de mirada perdida y sonrisa inquietante.
Pero el resto de capítulos son tal y como los he descrito, excepto si se tienen que enfrentar a una amenaza de la talla de Discord o Chrysalis, que da un poco más de aventura a la monotonía y simpleza de la serie. Claro que al no ser villanos recurrentes, no se dan muchas veces estas situaciones.
La serie tiene en su haber tres temporadas, la tercera siendo más corta y de capítulos más atropellados. No sé cómo lo sentirá un niño, pero realmente se ve que hay en algunos episodios muchas ideas condensadas en muy poco tiempo. Como digo, lo veo con los ojos de un adulto, no sé si un crío vería esto también.
Mención aparte está el tema de la música… No es que MLP sea una serie musical de por sí, pero tiene bastantes temas musicales, y algunos, hay que decirlo, pegadizos. Yo me he descubierto a mí mismo usando “Smile, smile, smile” como canción para animarme junto al clásico “Always look on the bright side of life” de los Monty Python. Admito que la canción de la poni rosa te llena también de bastante positividad cuando estás de bajona.
Así que, en definitiva… ¿Es para tanto? No, no es para tanto. ¿Es una serie decente? Sí. ¿Es entretenida? En buena parte, seguramente más para el verdadero público objetivo. ¿Tiene buenos personajes? Aun con sus estereotipos, sí. Entonces… ¿Por qué tanta mención y emoción de algunos alrededor de esta serie? ¿Por qué tantos fans adultos, todos esos bronies?
Ah, eso lo veremos en el siguiente post que toque… La semana que viene.
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