El año pasado, la editorial Cerbero celebró un concurso de «Cachava y Boina». Su finalidad era clara: resucitar un subgénero perdido en el tiempo, aunque ese tiempo sea finales del siglo XX. Relatos de terror, fantasía y ciencia-ficción ambientados en la España rural, pero siempre con respeto por nuestros pueblos.
El recopilatorio, «No son molinos», incluye los diez relatos ganadores de aquel concurso más otros diez de firmas invitadas por la propia editorial. Ya estaba convencido de hacerme con el recopilatorio solo por la curiosidad que me despertaba el subgénero, y la presentación de Cerbero en Madrid me lo vendió definitivamente, gracias también a que varios autores estaban allí para hablar de sus relatos y experiencias.
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Gracias a la reseña de Vimes, a quien le he copiado el formato para esta, puedo también señalar a quiénes invitaron en Cerbero y quiénes ganaron el concurso, cosa que no se detalla en el libro, y hubiera sido de agradecer aunque fuese en el índice al final del tomo. Supongo que se haría para no diferenciar entre unos y otros, por no sentir preferencia por invitados o concursantes…
La edición está bastante cuidada en lo material: tapa dura, páginas de buen grosor… Tal vez algunas estructuras de párrafos y erratas aquí y allá lo enturbien, lo que es una pena, pero seguramente veamos una segunda edición con sus correcciones (al parecer ya están en ello).
El volumen comienza con un poema a modo de introducción, y un prólogo que nos pone en situación sobre el subgénero de cachava y boina. Nos habla de sus orígenes e influencias, y sobre todo de esa escena subcultural y fanzinera en la que germinó. El texto se toma su tiempo, tal vez demasiado en mi opinión, para hablarnos de ello. Por algún motivo, todo esto me lleva a pasados fanhunterianos, con ese aire de fanzines y subversión y endogamia… pero esperemos que, de despegar, el subgénero de cachava y boina se extienda más allá de un círculo reducido.
Lo que está claro, sobre todo con este prólogo y gracias al concurso de microrrelatos que organizó Cerbero en Twitter, es que es la cachava y boina es difícil de hacer. Es un subgénero con su intríngulis, hasta el punto que algunos, tras reconocer nuestro fiasco con los microrrelatos, aún tardaremos un tiempo en siquiera ponernos a ello, si es que no lo dejamos por imposible (yo, al menos, no volveré a tocarlo en una larga temporada). Por lo que los relatos de este recopilatorio tienen aún más mérito, al enfrentarse a este reto y, desde el punto de vista de la editorial, superarlo.
Antes de ir a la chicha, es decir, los relatos, quiero dar unas impresiones iniciales que me ha dejado el recopilatorio, así en general:
- Son relatos bastante diversos, pero casi un tercio de los mismos utilizan el recurso «urbanita va al pueblo». Está claro que cuando eres de ciudad y quieres hablar del pueblo es lo primero que te viene a la mente. Pero igual puede influir en cómo vemos realmente el ambiente rural (ya digo, por el concurso de microrrelatos, que mucha idea no tenemos así en general). Sería bueno tenerlo en cuenta de cara a futuras ediciones y recopilatorios.
- La fantasía predomina, con un poco de ciencia-ficción aquí y allá. El terror se queda en algunas pinceladas, pero hay dos relatos en los que, creo, el horror predomina sobre el resto de elementos: «El Ovillo» y «50% algodón, 50% poliéster».
- Es una grata sorpresa la representación femenina y LGBT. Está más presente la primera que la segunda, pero todo lo que sea mejorar, dar pasos adelante y dejar claro que la representación es importante merece la pena.
- Voy a decir más de lo que me gustaría que hay finales anticlimáticos y/o apresurados, ya os voy avisando. El límte de caracteres con relatos cortos unas veces ayuda a finales más trabajados, y otras veces lo deja apresurado.
…
Y ahora sí… ¡mini-opiniones sobre cada relato! Como digo, son opiniones, así que seguro que habrá quien no esté de acuerdo con lo que voy a decir. Totalmente lógico.
1. Vida del padre Lobis, el verdadero lobizón de Nueva Vizcaya (Luis Besa, concurso)
Según la propia editorial, este fue el primer relato que llegó al concurso de «Cachava y Boina», y es el que, no sé si de forma intencionada, abre este recopilatorio.
El título ya deja adivinar lo que ocurre con Lobis, un cura jesuíta destinado a las Américas en la época de los conquistadores, y su nombre no deja de ser irónico. Pese a lo predecible del destino de Lobis, la lectura es tan interesante que solo quieres saber cómo llegamos a esto, qué es del cura en todo ese tiempo.
Además, el uso del castellano antiguo nos pone aún más en contexto; me chocó al principio, aunque me hice a las formas tras la primera página. Una crónica interesante sobre un lobis home en el Nuevo Mundo.
2. Temblores (Cristina Jurado, invitada)
Un seísmo provoca que dos pueblos antes separados por kilómetros estén ahora puerta con puerta. La confusión reina en ambas localidades… y en un seguro servidor.
Es un relato que parte de una idea muy buena: conocemos las reacciones de distintos vecinos de ambos pueblos, y cuando parece que el relato no da para más, se da un giro a las 11:11 de la mañana (más o menos a mitad del relato) que juega con el paso de los acontecimientos. En ese punto el relato mejora bastante, porque, por desgracia, la narración se hace a veces confusa, y la forma en que los párrafos están estructurados en esta edición no ayuda tanto a que me sumerja en la historia.
3. Quién, cuando yo grite, me escuchará (Daniel Pérez Navarro, invitado)
Eloy Santos va a un programa de radio a hacer una denuncia pública sobre Ruralworld, pero se encuentra con un presentador egocéntrico que solo busca polémica. Escrito como un diálogo, a partir del momento en que el ego le puede al entrevistador notas la angustia y el enfado de Eloy. Lo bueno es que los diálogos son naturales, especialmente los titubeos de Eloy siendo interrumpido mil y una veces, tan creíbles que no me es difícil empatizar con su cabreo.
Un relato de ciencia-ficción sobre aplicar dicha CiFi a lo rural, de ser posible, y sobre si las megacorporaciones tienen realmente el control de estos inventos. Tal vez hubiera estado bien rebajar un poco las referencias a la CiFi, aunque entiendo su utilidad en la historia.
4. El Ovillo (Alicia Pérez Gil, invitada)
Este relato consigue el efecto deseado de incertidumbre, opresión y, finalmente, tripas revueltas. Una finca conocida como «El Ovillo» tiene un efecto curioso en aquellos que la habitan, especialmente en Pedro. ¿Pueden una casa y sus terrenos sentir, tener emociones? ¿Quién las oye? ¿Qué necesitan? ¿Quién y cómo provee?
La historia juega un poco con la continuidad de los hechos y el protagonismo de los personajes en sus cuatro pequeños episodios. Sinceramente, me sorpendió bastante, y para bien, por ese juego con los episodios. Y lo del estómago revuelto al terminarlo es cierto.
5. La sombra del candil (Ana Roux, concurso)
Aquí se dan cita el suspense, el género policíaco y una ucronía en la que Francia ganó las guerras napoleónicas, pese a que España conserva cierta independencia, con su propia Guardia Civil y todo… pero de azul y rojo, por eso de que los franceses mandan. Dos guardias civiles, con la ayuda de una médica clandestina (esto queda explicado en la historia), investigan el brutal asesinato del cura del pueblo en medio de la noche.
A medida que la obra se acerca al final, el cuento muestra su verdadero rostro. Y dicho final, admito, me pareció un tanto anticlimático pese a que tiene su lógica. Eso, por supuesto, no afecta gravemente a una historia con personajes interesantes y una atmósfera agobiante.
Hay un elemento en el texto, sobre el cura del pueblo, que queda como una anécdota, aunque al leerlo creí que tiraría por el morbo. No lo hace, si bien igual por mi ignorancia me pienso que se ha esquivado una bala cuando, en realidad, es un asunto más peliagudo.
6. Luminarias (Layla Martínez, invitada)
En una España donde la crisis energética y social obliga a la gente a volver a los pueblos, aparecen unas luminarias sobre una colina. Una comuna, una pastora y un funcionario son los protagonistas de esta historia dividida en pequeños capítulos. Es un relato que se mueve con cierto morbo, recreándose sobre todo en las actividades de la comuna, más bien secta; también habla de cómo la gente, en situaciones desesperadas, puede lanzarse al primer elemento fantástico o místico que se les eche…
… Pero, a pesar de todo esto, es un relato que, al menos pienso yo, se desinfla conforme se va acercando a su conclusión. Y eso me fastidia bastante.
7. Deli Bal (Raquel Froilán, concurso)
Este relato me dejó con muy buen sabor de boca, la dulzura de una buena miel, concretamente. El Rubio es un tipo problemático y obsesionado con sus abejas que, tras una rencilla violenta con su primo, experimenta cosas… peculiares. Y esa peculiaridad se extiende como la miel.
No es casualidad que mencione tanto la miel, y no puedo tampoco decir mucho más. Aún le doy vueltas, y decir que me ha encantado es quedarse corto.
8. Lemmings (Nieves Mories, invitada)
Una adolescente va a visitar a su abuelo en invierno, y este le cuenta la historia de su pueblo, ahora desierto (según el anciano «fue el agua»), y de Nicolás, un chico de costa obligado a vivir en la montaña tras perder a sus padres.
Esta es no tanto la historia de la chica ni de su abuelo como sí de un pueblo que veja y maltrata a un chico de mar, un chaval que trae consigo sus leyendas, su flauta y la atracción que ejercía sobre la chavalería del lugar. Es interesante cómo, en la narración, contrasta mucho lo que es el pueblo actualmente, abandonado y congelado, y que el relato del anciano te haga sentir la vida que había antes.
Y que te quedes con mal cuerpo.
9. Cuídate, hija, de la Garduña (Virginia Buedo, concurso)
Típica chica de ciudad que se aburre en el pueblo, no soporta a su familia y encima no le dejan salir por la noche por temor a la Garduña, una secta criminal. Así que reúne a un grupo de adolescentes del pueblo para desmontar la leyenda.
Es un relato muy previsible en todo momento, con una protagonista que por momentos resulta, comprensiblemente, repelente (es una adolescente de 14 años, todos hemos sido odiosos a esa edad), y la explicación de los orígenes de la Garduña, a modo de monólogo, es pesadísima…
… Pero lo compensa con una historia que combina la visión urbana de lo rural con leyendas, y consigue mantener el interés (pese al monólogo). Mención especial al relato de la bisabuela sobre su hijo y un amigo suyo, supuestamente secuestrados por la Garduña, y cómo la protagonista saca una alternativa mucho más plausible a su desaparición (y, por desgracia, en tiempos tan intolerantes como aquellos, cuadraría más que la secta).
10. No se tira nada (Eduardo Vaquerizo, invitado)
Guzmán y Helena, junto a sus hijos Andrés y Jorge, se van a una casa rural a descansar tras años de médicos y hospitales por sus hijos. Allí descubren que sus caseros, como el título dice, no desperdician nada.
Es un relato que cabalga entre los tres géneros de la antología, con un planteamiento tópico de sospecha y un desarrollo muy interesante que nos lleva por la paranoia de Guzmán y su evolución. También me gusta cómo plantea a Sara y Pedro, los caseros, haciendo que tu opinión fluctúe entre la desconfianza y la simpatía.
Por desgracia, todo esto se ve manchado al comprobar que este relato necesitaba más correcciones, porque te encuentras con cambios de nombre, algunos diálogos que no parecen bien estructurados, y un laísmo al final que hace que la conclusión pierda toda su fuerza. Una lástima.
11. Una línea en la pizarra (María Concepción Regueiro Digón, invitada)
En esta historia conocemos a una profesora recién llegada a Tordestes, a una de sus introvertidas alumnas, y el escándalo que se ha montado alrededor de las reformas de un viejo aserradero. Esto nos lleva a un relato de espionaje, timidez y misterios.
Me gusta la forma en que todo está narrado, saltando de un personaje a otro, de una forma bien clara, sin que el lector se pierda entre los cambios de punto de vista. De hecho, es así como vamos enterándonos más y más de lo que está pasando. El misterio se resuelve de forma lógica con lo visto en el relato, aunque a mí me ha dejado con ganas de más. Aparte, no he podido evitar sentirme varias veces identificado con la tímida Lucinda.
12. Aceite (Alejandro Candela Rodríguez, concurso)
Un relato breve pero con encanto. El viejo Cándido dice que le cruje el alma, su amigo Mariano cree que más bien chirría, y su otro amigo León solo quiere bromear. Puede que la solución para el problema de Cándido esté en la tienda de aceites…
Esta historia es muy corta, se lee en un suspiro, pero dice muchas cosas. Habla de las experiencias que nos marcan durante la vida, lo mucho o poco que vivimos independientemente de los años, y que un evento puede dejarnos tocados si no podemos reconciliarnos. Este relato deja, al final, una sensación de paz.
Muy tierno todo.
13. Manuscrito hallado en Ilerda (Albert Kadmon, invitado)
Este es el único relato que no me ha gustado nada. No es como con «Temblores» o «Luminarias», que con sus cosas aún tienen algo que me guste. Este relato concreto posee bastantes elementos que atraían mi interés: alquimia en la Guerra Civil, investigaciones sobre homúnculos, el amor que el protagonista profesa por su amado… Pero nada, no me ha gustado.
No acabo de conectar con la forma en que está narrado. Ni con el manuscrito en sí, que parece escrito por alguien que cree que el amor es dar vueltas y suspirar mucho, junto a una tipografía que imita la caligrafía y que a veces dificulta la lectura; ni con las notas sobre alquimia que escribe el protagonista como complemento. Aparte, no he podido evitar torcer el gesto al leer los experimentos de los homúnculos y esa «superioridad del semen» basada en conceptos extremadamente anticuados.
14. Home do unto (J.G. Mesa, invitado)
Manuel el Sacamantecas ha sido indultado porque no tiene culpa de haber nacido lobis home. Mientras, el ebrio padre Frasco, el cura que bautizó a Manuel, intentará borrar cualquier rastro del Sacamantecas y expiar su propia culpa.
Este relato me gusta en buena parte porque, en realidad, no tenemos bien claro si de verdad Manuel es un hombre lobo o si, simplemente, está loco; y que el foco esté realmente en el padre Frasco, su culpabilidad y su forma de afrontar la licantropía/locura de Manuel. Da una visión diferente de la que podría ser una historia puramente fantástica.
Pena que el final se me hiciera un tanto confuso y flojo.
15. La noche en que se llevaron a Anastasio (Yolanda Camacho, invitada)
Las hermanas Olivia y Sofía viajan al pueblo de su padre por una razón: cuando tenía nueve años, Anastasio, amigo de su padre, desapareció en lo que parece ser una abducción. Pero ¿volvió? ¿Es verdad lo que les contó? Ambas están dispuestas a resolver el misterio.
Una historia que juega con la desconfianza y la hostilidad hacia los forasteros, aunque intenta siempre encontrarle un sentido a estas. El relato lo consigue, aparte de que mantener la tensión a lo largo de la visita de ambas hermanas al pueblo, queriendo llegar al final para ver si sus pesquisas son o no correctas. Está dividido en varios capítulos, y pese a que me ha gustado ojalá el final no me pareciera tan apresurado.
16. Una casa en el barro (Haizea M. Zubieta, concurso)
Sara busca una casa rural para escapar de su vida anterior, y tras un accidentado viaje en coche llega a un pueblo vasco donde igual ha encontrado su nuevo hogar. Allí empieza a relacionarse con sus gentes… y ve que algo no cuadra.
Aunque el relato da bastantes pistas para adivinar el final, eso no es malo en absoluto. Y es que tiene muchas virtudes: no solo está bien narrado, sino que sus personajes se sienten muy cercanos, y el cuento consigue crear una atmósfera de tensión y misterio, con lo que tienes que seguir leyendo para ir uniendo más piezas y confirmar tus pesquisas. Deja cosas al aire conscientemente, no necesita responder a todas tus preguntas, y para mí es otro acierto, dejar al lector también a su bola con sus teorías.
17. Anomalía galllinácea. Auge y caída de los transpollos (Daniel Arévalo, concurso)
Creo que entre el título y su concepto (una gallina nace con un puerto USB bajo la pechuga porque sí), es el único relato con el que venía predispuesto a que no me gustara. Ninguno de los otros relatos, me gustasen o no al final, ha conseguido ese efecto. No ha sido tan malo, pero la sensación de que es anodino me persigue, y me queda el regusto de si igual eso es peor que si no me hubiera gustado nada, como me ha pasado con «Manuscrito hallado en Ilerda».
Con formato de artículo de suplemento cultural, la evolución de los hechos desde que descubren al transpollo es un reflejo de mis sensaciones con el propio relato: un interés inicial que se desinfla poco a poco hasta quedar en el olvido. Es un relato más ligero y simpático, aunque a veces el humor se me hace demasiado fácil y sin gracia (¿Trump Jr.? ¿en serio?).
18. El Viento. Una historia de La Frontera (Raúl Gonzálvez del Águila, concurso)
¿España postapocalíptica con criaturas de leyendas de toda la geografía hispana, un cargamento valioso, comuneros dando caña y un mercenario con un dogo de dos cabezas? Yo digo sí a todo esto.
La verdad es que, aunque la historia me ha gustado y los personajes también (especialmente Concha y ese tal El Viento), es la ambientación lo que más ha captado mi atención. El relato consigue, en sus páginas, construir esta España tan cercana al universo de «Fallout», pero con el imaginario español dando vueltas por ahí también. Utiliza tanto la exposición como la descripción para ello, sin cansar en absoluto, así que tiene un buen worldbuilding, lo que se siempre se agradace.
19. 50% algodón, 50% poliéster (Adolfina García, concurso)
Felisa es una anciana obsesionada con un muchacho que vende ropa en un mercadillo. Tal es el punto que intenta como sea llevarlo a su casa… Y ahí es donde todo empieza a hacerse incluso más inquietante.
El relato está narrado en primera persona, y hay momentos en que te estás preguntando varias cosas sobre la narración… y cuanto más lees, más entiendes, y cuanto más entiendes, peor te sientes. Es un relato muy bueno, está entre mis favoritos, su narración nos va poco a poco metiendo en lo que hay realmente…
… Y, a la vez, es la historia que peor cuerpo me ha dejado. Peor que con «El Ovillo» o «Lemmings». Y no lo digo como algo malo.
20. La encantá del barranco (Enerio Dima, concurso)
Sé que la expresión «broche de oro» está muy usada, pero es que creo que no puedo encontrar mejor definición para otro de mis relatos favoritos. Es la historia de Dori, una pastora que, al tratar de recuperar un cordero extraviado, se encuentra con un espectro. A lo largo del relato, vemos cómo evoluciona su relación…
… Y decir que, igual que «Aceite», es una historia bonita. Puede que su final no deje una sensación tan de paz como aquel, pero sí que es un relato que apela todo el rato a tus emociones, que te hace sentir todo lo que siente Dori, que entra fácilmente con el uso del lenguaje, ese contraste entre Dori y el espectro, que la muchacha es sencilla pero no ignorante y quiere entender y amar…
Decir que es precioso es quedarse corto.
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Sí, lo sé, he sacado puntilla por aquí y por allá, y admito que me han gustado más los relatos que ganaron el concurso que los de las firmas invitadas… pero eso no quita que tengan sus virtudes y una calidad que seguramente otras personas sí vean, igual que habrá quien no entienda que haya relatos que me hayan gustado. Y, por supuesto, los comentarios están abiertos para cualquier discusión.
Solo queda ver si la cachava y la boina se mantienen, esta vez sí, con buena salud, y que salgan más y más autores que sepan captar lo que es este subgénero.