¿Que si le estoy dando fuerte a las antologías? Noooo, qué vaaaaa, ¡qué cosas tenéis!
… Bueno, sí.
Es una buena forma, como cualquier otra, de leer relatos de diversos escritores, aunque como servidor tiene sus preferencias, la fantasía y la ciencia-ficción me pueden. De ahí que leyera «No son molinos», y de ahí también que ahora me haya leído el recopilatorio del «I Premio Ripley», publicado por Triskel Ediciones. Así, doce autoras con sus respectivos relatos de ciencia-ficción y terror se dan cita en esta antología que, no os voy a mentir, me ha parecido canela fina.
Hay gente mucho más lista y sabia que yo sobre la invisibilidad de las autoras a lo largo de nuestra Historia, así que prefiero no comentarlo. Aparte, de eso y de que siempre han estado ahí ya habla Elia Barceló en el prólogo de la antología. Es un prólogo corto y directo, dando una breve historia de la fantasía, CiFi y terror escrita por mujeres españolas, y además de servir como breve introducción a los doce relatos del recopilatorio. No destripa nada y contribuye a que el interés crezca por cada relato.
La antología se divide en cuatro partes, cada una con un nombre de las estaciones del año. Esta división no es nada trivial, ya que fue en su momento una de las condiciones del concurso, igual que actualmente son los cuatro elementos. Es una idea bastante buena a la hora de agrupar relatos, aunque la estación solo sea mentada y no influya en el relato.
¿Qué puedo decir en general de estos relatos, aparte de que me ha gustado lo que he visto, con matices en algunos momentos? No creo que, como con «No son molinos», pueda sacar unas conclusiones generales. No existe realmente una temática común, incluso las estaciones, como digo, pueden ser simplemente anecdóticas, si bien es curioso que los dos relatos de Otoño sean puramente de terror, con algún tinte fantástico.
Lo único que puedo tener claro es la variedad de estilos que hay entre las distintas historias, la cantidad de protagonistas femeninas y no humanas (sean alienígenas o androides o cualquier otra criatura) y, en general, un nivel muy alto en cuanto a recursos y narrativa. Eso y que ningún relato me ha disgustado.
Así que prefiero hablar por cada relato. De nuevo, como con «No son molinos», no me explayaré demasiado, aunque igual un poco más que entonces. Son doce, ¡tampoco podemos tochear tanto!
Invierno
Granja-357 (Míriam Iriarte, ganadora)
El relato ganador de una extraña criatura polimorfa tratando de huir de sus captores es un pistoletazo de salida, todo sea dicho, brutal. Narrada en segunda persona, nos ayuda a compartir las sensaciones de esta curiosa protagonista en su lucha por la libertad.
Precisamente al ponernos en la piel de esta criatura es como conseguimos empatizar con ella. Todo lo que ve, siente y piensa, cómo va redescubriendo cosas que apenas recordaba, las reacciones ante los «seres pensantes»… El relato entero consigue mantenerte en vilo en todo momento, incluso en los momentos de relativa calma hay una tensión imposible de ignorar.
No sé si es intencionado, además, que podamos vislumbrar la mala costumbre humana de abusar de sus recursos, y hay en la narración un eco de lucha contra la esclavitud, que no entiende de especies.
Plutón (Chus Álvarez)
Ruth es la albacea de Julián, un chico cuya enfermedad lo deja postrado en la cama, con la única compañía de sus médicos, sus libros y su gato Plutón. Ruth y Julián comienzan a llevarse bien gracias a esa pasión por la literatura, pese a la enfermedad.
La historia combina pequeñas alegrías con tristeza y melancolía, todo en su justa medida, y con cierto elemento insinuado en un momento haciendo aparición cuando debe.
El relato no oculta en ningún momento la influencia y fascinación por Edgar Allan Poe. De hecho, su baza está en que es capaz de mimetizar y honrar al mismo tiempo al escritor estadounidense. Que hace no mucho me leyera un recopilatorio de historias de Poe no ayuda a quitarse esa sensación, pero a la vez te permite comprender hasta qué punto el trabajo hecho aquí es bueno. Muy bueno.
Tras mi último invierno (Gisela Baños)
En un futuro en el que la muerte ha sido prácticamente vencida, una veterana despierta por quinta vez y hace balance de lo que ha vivido hasta ahora.
La inmortalidad es un tema que está bien tratar de vez en cuando. Este relato visita bastantes lugares comunes sobre la reflexión acerca de una vida eterna, o casi eterna. Leerlo en primera persona, precisamente analizando esa vida tan larga, y con una reflexión como que no tememos tanto morir como si vivir y no aprovecharlo. Hay cosas que hacer, gente que conocer… e incluso amar.
No necesita profundizar en exceso para hacerte pensar y valorar un poco más lo que tienes.
Primavera
Asimilación cultural (Mar Vieites, finalista)
Los contactos con especies alienígenas no nos son ajenos en la ficción. En este caso, lo vemos desde el punto de vista de un alienígena, y su intento de adaptarte a la vida en la Tierra durante el medio año que pasará en Berlín.
Este relato es el más desenfadado de la colección, y lo aprovecha muy bien. Viene bien un poco de humor, de ese choque cultural venido de otro planeta. También es interesante la visión de cómo su protagonista, que viene de una especie sin sexo ni género, tiene que adaptarse, aun temporalmente, al dimorfismo sexual y cultural de nuestra especie.
Un poco de autocrítica humana y algo de humor, y queda una historia fresca y curiosa.
Descendiente (Arantxa Comes)
¿Los androides pueden sentir? Uno se pregunta esto y, directamente, puede pasar de ello, y pensar que claro, que en el futuro podrán… Pero hay quien prefiere pensar bien en hasta qué punto realmente se parecerían a nosotros.
Eso es lo que explora esta historia, con una androide cuidando y ayudando a uno de los pocos humanos que aún quedan vivos. Choca bastante la frialdad con la que se trata todo, sobre todo porque es desde el punto de vista de la protagonista, pero todo tiene sentido. No hablamos de una humana, sino de una androide.
Y, precisamente, es ese choque entre su apatía y los sentimientos del humano que la creó lo que nos conduce a este relato con gusto agridulce.
El juicio de los Maar-na (Viviana Rodil)
Un hombre huye después de haber cometido lo que considera crímenes contra la Humanidad. Sin embargo, se encuentra con que hay quien parece tener mejor juicio a la hora de decidir no solo su destino, sino el de toda la especie.
Un relato sobre encuentros alienígenas, del tipo de especies que han vivido tanto tiempo en el Universo que se convierte en jueces, jurados y ejecutores. La explicación para el encuentro y el juicio del título parecen en principio más bien una excusa, aunque la lectura del relato deja claro que los prejuicios no son buenos. Engancha y sorprende cómo comprendemos las motivaciones del protagonitas, y te hace pensar hasta qué punto una persona puede realmente ser representante de la Humanidad.
El uso de la simbología de las flores y la confusión entre lo que es real o no son un añadido de agradecer para un relato que evita caer en juicios maniqueos.
Androidismo en el tiempo (Coral Carracedo)
No solo la frialdad y los sentimientos son algo que se pueda tratar sobre los robots. ¿Las inteligencias artificales llegarán a estar realmente vivas? ¿Puede una IA o un robot ser un compañero sentimental? ¿Y si pudiéramos convertir nuestra conciencia y nuestro físico en un producto descargable?
La historia se cuenta a través de recortes de artículos, entrevistas y videoblogs. Ayuda a dar diferentes puntos de vista sobre un fenómeno que no es tan lejano como son los sexbots. Lo interesante también es el tratamiento de todo el relato, buscando la reivindicación, especialmente feminista. Consigue no ser únicamente una cuestión acerca de IAs, sino también de nuestra propia naturaleza, de quiénes somos y sobre hasta qué punto podemos usar bien o mal las herramientas a nuestro alcance.
Ética y activismo se dan la mano en un relato que no intenta ser bonito, y ahí acierta.
Verano
Proyecto Quimera (Patricia Janikowski)
En un futuro más que distópico, una institución empieza a realizar toda clase de experimentos en torno a la intimidad, la identidad y la vigilancia. Poco a poco todos los movimientos de la protagonista y el resto de internados están vigilados, pero un incidente concreto deja claro que hay algo más… y todavía peor que la vigilancia extrema.
A decir verdad, cuando lo leí la primera vez me dejó bastante confuso. Siendo un relato en primera persona, conocemos todo lo que la protagonista piensa, pero hay un detalle y es que ella no conoce todo. Y aquí es donde está mi confusión inicial, pero también acaba siendo lo mejor del relato: las preguntas sin responder.
Juega con la confusión y la ignorancia, con el no saber qué ha pasado. Pero esa distopía y esa incertidumbre tardan en desaparecer. Y lo digo como algo bueno, si bien, admito, es el relato que menos me gustó en su primera lectura porque entendí tarde esa confusión premeditada (que es distinto a «no me ha gustado»).
Los límites del cielo (Irantzu Tato)
Un equipo científico consigue hacer grandes avances en microrrobótica que podrían suponer un paso de gigante para la neurología. El jefe del proyecto, a lo largo de los años, nos cuenta no solo estos progresos, sino también un poco de su vida personal, en extractos de sus videoblogs.
Al principio la historia resulta muy entusiasta. Puedes notar la emoción de su protagonista hablando de su proyecto; pese a la cautela, brilla con su felicidad cuando algo sale bien en su vida, tanto profesional como personal. La empatía con su protagonista es su mejor baza… en un primer momento.
¿Por qué digo esto? Porque aunque lo es en un principio, creo que lo realmente mejor de todo es que el avance de la historia tiene ciertas señales que van adivinando un final inesperado en su primera lectura (obviamente). Y eso supone también, en su giro, un leve cambio en la estructura de la historia, un cambio muy bien planteado.
Perlora (Alicia Sánchez Martínez)
Una congénere se lleva a su criatura de vacaciones a Perlora. O al menos será como si fuesen de vacaciones. Como si.
Este relato es… extraño, la verdad. Pero no es malo. Es consciente de que lo que vemos no tiene por qué ser la realidad, de que hay algo virtual en todo ello. Pero ¿qué es real y qué no lo es? ¿Por qué hay unas criaturas que parecen no pensar y unas congéneres que no sienten? La propia protagonista se plantea estas dudas y otras, hasta llegar a un final en el que no sabes si sentir pena o asco por ella. Esos sentimientos confusos culminan una historia que empieza de forma mundana y acaba con un escalofrío.
Lo único que me fastidia es que, de pronto, una de las congéneres pase de llamarse Rosamund a Rosemund… ¿O es intencionado, Ro-sa-mund (esto solo se va a pillar si se ha leído el relato)?
Otoño
El ojo herido (Laura Replinger)
Si «Plutón» era un homenaje al relato gótico de Poe, esta historia hace lo propio con las historias victorianas de familias extrañas y elementos sobrenaturales. Los elementos feéricos son sutiles en esta historia sobre una niña cuya madre muere al dar a luz a su hermano.
Aunque la historia poco a poco va uniendo cabos y, a veces, pueda parecer predecible, no quita ningún mérito a cómo el relato va, precisamente, contando estos detalles que, por sabidos, no dejan de ser escabrosos. Hay una parte especialmente casi al final que resulta agobiante aunque conozcas el final.
Es un relato que mezcla el terror y la fantasía de forma notable. No me lo esperaba vista la antología en general, pero encaja.
Atardecer Rojo (Raquel G. Álvarez-Calderón)
La felicidad es algo que tan pronto llega como se va. Cuando el protagonista conoce a una familia que huye de los problemas de la ciudad y recupera la felicidad en este pueblo, decide que es mejor que la dicha sea preservada, pero… algo ocurre.
Este relato se me ha hecho muy, muy corto. No es malo, todo lo contrario: la forma en que está narrado el relato, manteniendo el suspense en todo momento, es de las cosas que hacen que te quedes con el corazón en un puño. Juega muy bien con la narración, con el punto de vista del protagonista, con la evolución de su actitud y su ánimo a medida que se va revelando todo, hasta llegar al inevitable final.
Es eso, corto, pero con tantas cosas que, cuanto más pienso en él, más me sorprende que incluya tanta tensión y agobio en tan pocas páginas.